Desde hace medio siglo, la zona oriental del área otomí se ha vuelto un santuario de la cultura tradicional, a raíz de su relativamente tardío descubrimiento etnográfico, así como por sus características históricas propias, en términos de organización social, pero sobre todo de chamanismo y de cosmovisión. Hasta ahora, la escasez de las monografías ha generado la reificación de una imagen étnica que difícilmente cohabita con las nuevas expresiones identitarias locales, mientras que en la literatura antropológica los otomíes se están instalando paulatinamente como interlocutores privilegiados.